Días antes a una nueva reunión en Washington en la cual se discutirá el diseño de una arquitectura financiera post-Bretton Woods, me parece pertinente compartir algunas oportunidades que pudieran explorarse en este contexto para financiar la respuesta al cambio climático. Durante los últimos meses se ha incrementado significativamente la presión por establecer vías de diálogo que contribuyan hacia la construcción de una nueva arquitectura del orden financiero en el mundo. En Septiembre, la humanidad fue testigo de un contexto donde los mercados financieros y el sistema bancario internacional vislumbraron índices de sensibilidad extremos. En los primeros días de Octubre el llamado por un nuevo orden financiero mundial se hizo público por parte de los líderes de Francia, Alemania y Gran Bretaña. Inclusive, los representantes de los países del denominado G8 y las Naciones Unidas han empezado a pelear contra el tiempo, el escrutinio público y la agenda política de otros países miembros. Un ejemplo claro de la transcendencia de estos eventos es la reunión a mantenerse en Washington el próximo 15 de Noviembre donde se discutirá el diseño de una arquitectura financiera post-Bretton Woods.
Más allá de las repercusiones que la crisis internacional pudiera tener en la economía de los países en desarrollo o su coyuntura política, el contexto que he descrito muy probablemente constituye la más grande oportunidad a la cual la sociedad mundial ha sido expuesta para influenciar la estructura financiera internacional. Recordemos que posterior a la II Guerra mundial se acordó en Bretton Woods, con mayoritaria influencia de los intereses de los países triunfantes en Normandía, un ordenamiento que regiría el apalancamiento de los procesos de desarrollo a nivel mundial. Este acuerdo no solo constituyó el FMI y se establecieron acciones que llevarían a la creación del Banco Mundial sino que confirmó la hegemonía que ciertos países regirían hasta nuestros días.
Ante la posibilidad de un nuevo ordenamiento financiero mundial, se vuelve imperante recalcar la necesidad de que cualquier tipo de re-ingeniería deberá asegurar de manera incluyente y equitativa y dentro de un marco de humanidad y justicia el derecho de todos los países al tan ansiado desarrollo sostenible. De igual forma, es pertinente enfatizar que tal re-ingeniería debería abogar por encausar futuras inversiones y esfuerzos económicos en paralelo a senderos de un crecimiento sostenible. En el contexto del cambio climático mundial y los grandes retos a largo plazo para responder a su mitigación y sus impactos a los cuales nos enfrentamos, el posible nuevo orden mundial podría contribuir en esta lucha mediante la incorporación de una serie de herramientas financieras que permitan viabilizar una respuesta efectiva. De hecho, la inversión en alternativas que permitan solucionar el cambio climático podría convertirse en una oportunidad económica para aquellos países que se encuentra en una posición de ventaja competitiva para la provisión de servicios de mitigación del calentamiento global, como lo son la mayoría de los países en vías de desarrollo. Entre los servicios para la mitigación del cambio climático que se argumenta podrían también contribuir de manera paralela al desarrollo económico, principalmente en áreas rurales, se encuentran actividades de reforestación y aforestación así como también la evasión y reducción de emisiones mediante el control de la deforestación y la degradación de bosques tropicales.